Regla de oro para eliminar calorías “escondidas” de tus platos de carnes y aves
Todas las carnes en la actualidad, ternera, cerdo, pollo, pavo, incluso el conejo… llevan una gran cantidad de grasa debida al proceso acelerado de crecimiento y engorde, al tipo de pienso y a la poca actividad que los animales realizan, prácticamente ninguna.
Antiguamente los animales se criaban de distinta manera y, efectivamente, una gallina, si era vieja, daba “buen caldo”.
Como se trata en todos los casos de grasa saturada, perjudicial para nuestra salud, conviene retirar la mayor cantidad posible de estas carnes, antes de cocinarlas aunque en ello se pierda un poco de tiempo. Si no se elimina, una gran parte se fundirá durante el cocinado y pasará a la salsa o al guiso, y aunque ya no la veamos nos la tragaremos aumentando considerablemente no solo el riesgo cardiovascular sino las calorías del plato que se pueden llamar”calorías encubiertas o escondidas».
Estas grasas que acompañan hoy a todos los animales son puro sebo, sin ningún sabor, y no hay ninguna razón para conservarlas porque no nos aportan ningún beneficio. De ahí que tengamos que cambiar el “chip” porque muchas de las cosas que se hacían antiguamente y eran buenas, ahora son nefastas. Sin embargo son todavía muchos los que siguen repitiendo hasta la saciedad que estas grasas hacen que las carnes tengan más sabor. Son pura grasa saturada, nada más.
¡Otra cosa es el tocino de jamón de un cerdo ibérico que ha estado la gran mayoría del tiempo al aire libre comiendo bellotas y que es tan rico y suculento como el mismísimo jamón! Pero es la única grasa que tiene verdadero sabor.
Un lomo o un solomillo de cerdo, si se les retira bien toda la capa externa de grasa que llevan, son carne magra con menos calorías incluso que ciertas partes de vacuno.
Si se observa detenidamente una pieza noble de ternera, como el redondo o el rabillo de cadera, se podrá observar que además de la grasa exterior que se puede retirar con facilidad, en el interior de todas las piezas se ven hilillos finos de grasa, diminutos pero en gran cantidad, que están incrustados en la carne y por tanto son imposibles de eliminar. Por ello los médicos en la actualidad están recomendando que se tomen las carnes rojas con mucha precaución, 1 o 2 veces a la semana como mucho.
Aunque el pollo, el pavo y el conejo son carnes muy saludables, las llamadas carnes blancas, también hoy llevan muchos cúmulos de grasa no solo en el interior, entre las entrañas, sino incluso en la unión del muslo y contra muslo y en la pechuga debajo de la piel y, si no los retiráis, sus calorías también aumentarán y serán, además, mucho menos sanas.
Si compráis un pollo entero y os lo abren, o si adquirís u os regalan carcasas de pollo para elaborar caldos caseros, comprobaréis vosotros mismos la cantidad de grasa que tienen en su interior y que hay que eliminar siempre antes de cocinarlos si queréis tener una buena salud cardiovascular, primera causa de muerte en nuestro país por delante del cáncer. Si no lo habéis observado nunca, comprobarlo vosotros mismos, ¡es espectacular!
Las carnes que no llevan nada de grasa visible son las de caballo, difícil de encontrar, la de avestruz que es muy rica pero todavía algo cara, la de perdiz y la de codorniz. Estas dos últimas son, además, las que tienen poquísimo colesterol, ¡menos de la tercera parte que el solomillo de buey!
Aunque muchos no habéis probado nunca las codornices, que ya proceden todas de granjas, os aconsejo que las probéis pues tienen mayor cantidad de proteína que las carnes rojas, y se pueden cocinar directamente sin tener que retirarles nada, y de múltiples maneras todas ellas fáciles y rápidas. Además de las clásicas recetas de codorniz, admiten todas las de la perdiz, el conejo, el pollo… Podéis escoger la que más os guste.
Una vez bien doradas por fuera por todas partes se cocinan en una olla superrápida en tan solo 3 minutos.