Los que me seguís, antes en mis libros y ahora en el blog y en mis 3 ebooks ya lo sabéis, pero creo que son miles los que no lo saben, y los consejos que se encuentran en Internet o en Youtube son para llorar.
¡¡ Como se pueden decir tantas tonterías y tan variadas!!
Se escribe sin tener ni idea de lo que se escribe, sin ni siquiera haberlo comprobado, y lo que es más triste, ¡muchos hasta se lo creen!
Dicen que cuanto más grande es la ignorancia más lo es la osadía.
En la actualidad todas las carnes, por la alimentación que tienen la mayoría de los animales y por su estilo de vida, en gran medida sedentario, están cargadas de grasa saturada sin sabor alguno, es puro sebo, y ya lo he repetido muchas veces.
La única “grasa” con un sabor estupendo, casi tanto como la parte magra, es el tocino del jamón ibérico o de pata negra, pero naturalmente, aunque esté muy bueno al paladar tiene sus correspondientes calorías, por lo que no conviene abusar.
Además tiene un precio como para disfrutarlo en pequeñas cantidades y saborearlo despacio.
Con los pollos actuales baratos o “industriales” sucede algo parecido, que se crían en 5 semanas y alcanzan entre 1 y 3 kilos dependiendo del pienso, de su cantidad y de su frecuencia.
Como los pobres animalitos han pasado su corta vida cebándose y engordando, sin moverse en absoluto, su carne tiene gran cantidad de grasa, hasta en los muslos y contra muslos y debajo de la piel de la pechuga, y si se abren en canal, los acúmulos de grasa alrededor de las vísceras y hasta alrededor del corazón son importantes.
Y el quitar la piel como aconsejan no es la solución.
Si hacéis caldo con carcasas de estos pollos, que muchos polleros regalan, y añadís una gran variedad de verduras para que salga rico, como cebolla, apio, puerro, nabo, zanahoria… cuando abráis la olla veréis que hay una capa grasa importante flotando en la superficie.
Como estos huesos de pollo luego se van a tirar, con lavarlos debajo del grifo ya es suficiente, y no hace falta quitarles toda esa gran cantidad de grasa (perderíamos el tiempo tontamente), ni eliminarles pieles ni pelitos.
En este caldo ya terminado probar a empapar toda esa grasa que está nadando con varios trozos de papel absorbente de cocina, como muchos todavía aconsejan, y estaréis también perdiendo un tiempo precioso porque es entretenido y sirve para muy poco.
Lo que realmente es efectivo, y os invito a comprobarlo vosotros mismos es lo siguiente:
1. Colar este caldo para separar todos los alimentos sólidos y los hilachos grises que se han formado y son todas las impurezas que tenían las carnes puesto que no hemos espumado el caldo como se hacía antiguamente, otra gran pérdida de tiempo. (Durante la cocción estas «espumas» se coagulan y se quedan en el colador.)
2. Volcarlo en un tupper en el que quepa, cerrarlo inmediatamente y en cuanto esté a temperatura ambiente guardarlo en la nevera hasta el día siguiente.
3. Con el frío toda la grasa del caldo se habrá solidificado formando una capa sólida amarillenta, más o menos gorda según la cantidad de huesos o carne que tuviéramos al partir.
4. Retirarla, y para hacerlo con facilidad, utilizar una espumadera de agujeros.
Debajo puede aparecernos caldo líquido completamente libre de grasa, o si el caldo se había hecho concentrado, es decir con poca agua, gelatina pura semi sólida, y en este caso nos costará un poquito más retirar la capa grasa pues arrastraremos sin querer al mismo tiempo parte de esta gelatina que está adherida a la parte sólida.
Esto es válido para cualquier caldo que lleve no solo huesos de pollo como en este caso, sino carnes y huesos de vacuno, o todos los huesos de un jamón ya terminado.
Si hacéis todos estos pasos con un caldo al que le habéis retirado previamente parte de su grasa con papel absorbente de cocina comprobaréis vosotros mismos que esta capa de grasa solidificada es menos espesa que anteriormente, pero sigue existiendo, así que ¡para qué trabajar 2 veces inútilmente!
Ya lo veréis un día en el video de los callos.
Este caldo, aunque también muchos puedan pensar lo contrario, tiene el mismo valor nutritivo que el que hemos obtenido primitivamente en la olla puesto que todas las proteínas de las carnes se han desdoblado en aminoácidos, y éstos y todas las sales minerales y vitaminas de las verduras que no son sensibles al calor como por ejemplo todas las del grupo B, se han solubilizado en él, y la única diferencia es que no tiene nada de grasa, que es saturada y por tanto es mucho más saludable y tiene muy pocas calorías.
Es decir que sus beneficios son incuestionables.
Si no os da pereza prepararlo, es un tentempié fantástico para media mañana ya que sacia pero no engorda.
El único «inconveniente» para algunos es que hay que cocinarlo el día de antes para que permanezca en la nevera toda la noche.
Al día siguiente se desgrasa, se consume, se conserva en la nevera o se congela.
Y otro día hablaremos de cómo desgrasar guisos con proteínas animales, ya sean de carne, pollo, pato… incluso conejo, fabadas, potes, callos…
Esta es la primera medida para no engordar, comer de todo en la proporción adecuada pero eliminando la mayor cantidad de grasa inútil y perjudicial antes y después de cocinados.
Estamos en el siglo XXI y hay que cocinar de distinta manera a como lo hacían nuestras madres o abuelas que desgraciadamente no sabían nada de todos estos temas.