Sin gluten/sin lactosa
¡Vaya eslogan equívoco!
Lo primero que quiero aclarar, antes de que muchos me demonicen, es que el letrero «sin gluten» es totalmente imprescindible para todos aquellos que están diagnosticados de celiaquía.
La enfermedad celíaca es un desorden genético autoinmune que ocurre como reacción a la ingesta de gluten en individuos genéticamente susceptibles.
Esta reacción al gluten causa atrofia en las vellosidades del revestimiento del intestino delgado, lo cual puede conducir a mala absorción de los nutrientes con síntomas de amplio alcance. Existen más de 200 síntomas identificados en la intolerancia al gluten.
Pero no me voy a referir a los celíacos de verdad, ni a los miles que en la actualidad, porque se ha puesto de moda, han decidido comer sin gluten.
Me voy a referir exclusivamente a tantos y tantos alimentos procesados en los que la industria alimentaria ha colocado el dichoso eslogan «sin gluten/sin lactosa» cuando son alimentos o productos que no tienen en sí ni un átomo de gluten ni de lactosa, salvo que ellos se los añadan por muchos motivos, entre otros para facilitar su elaboración y sobre todo para abaratarlo y que se venda más, que es lo único importante para ellos.
Colocando este eslogan por doquier, como pasa cada día más frecuentemente, dan a entender al consumidor o le quieren hacer creer que los productos sin gluten y sin lactosa son más saludables que otros que los llevan, algo que es absolutamente mentira.
¡Pero el pobre consumidor de a pie no tiene por qué sabor qué es la celiaquía o la intolerancia a la lactosa!
Así que ahora podemos ver en todos los supermercados cientos de tonterías como “Aguas sin gluten/lactosa”, “Zumos sin gluten/lactosa”, “Sardinas sin gluten o sin lactosa”, «embutidos sin gluten/lactosa»… y muchas más.
¿Desde cuándo un zumo o un embutido, por citaros solamente 2 productos, han tenido leche, o harina de trigo en su composición que es que una de las más frecuentes que produce celiaquía?
Así que para poder poner el dichoso letrerito de «sin gluten» a las morcillas de cebolla por ejemplo, ahora les añaden harina de arroz o patata, que nunca deberían llevar si fueran de calidad. Y se han quedado tan frescos.
Otra cosa son las morcillas de arroz de Burgos que llevan forzosamente arroz como su nombre indica.
Y hablando de añadidos, ¿sabéis que ya disponemos de un salchichón al que le han añadido un probiótico para que regule el colesterol? Demencial.
Y refiriéndonos exclusivamente a la lactosa, según los expertos, es imposible que haya en nuestro país tantos intolerantes a la misma.
Pero estamos en las mismas, la cantidad de productos lácteos sin lactosa que tenemos a nuestro alrededor, sean leches, quesos, yogures, postres… es casi infinita porque es un negocio también casi infinito.
La prueba quizás más frecuente para detectar la intolerancia a la lactosa sea la prueba de hidrógeno en el aliento. En esta prueba se debe beber un líquido que contiene altos niveles de lactosa. Luego el médico, mide en intervalos regulares la cantidad de hidrógeno que hay en el aliento. Por lo general, se detecta muy poco hidrógeno.
Sin embargo, si el cuerpo no digiere la lactosa, esta fermentará en el colon y liberará hidrógeno y otros gases que los intestinos absorben y que finalmente se exhalan. Las cantidades de hidrógeno exhalado superiores a las normales que se miden durante esta prueba indican que no digieren ni absorben la lactosa por completo.
Muchas personas en las que, con esta prueba, no se detecta intolerancia a la lactosa, saben sin embargo a ciencia cierta que la leche les sienta mal. Y tienen toda la razón.
¿Por qué sienta mal la leche «normal» sin ser intolerante a la lactosa?
Aclaremos, aunque muchos ya lo sabrán, que la lactosa es el azúcar natural de la leche, un disacárido que consta de una molécula de glucosa y otra de galactosa y que, para digerirse, tiene que haber en nuestro organismo suficiente lactasa.
La lactasa es una enzima producida en el intestino delgado que se sintetiza durante la infancia de todos los mamíferos y que es imprescindible para desdoblar la lactosa en sus dos componentes, glucosa y galactosa.
Si los niveles de lactasa son bajos o ésta no realiza bien su labor, se manifiestan los síntomas de la denominada “intolerancia a la lactosa”.
Con el tiempo, la producción de lactasa desaparece por lo que a muchas personas mayores les sienta mal la leche.
La lactosa no desdoblada pasará al intestino grueso produciendo gases que a su vez originan flatulencia, meteorismo y hasta dolor abdominal.
La lactosa está sin embargo predigerida tanto en los yogures como en los quesos pero los sigue habiendo «sin» porque es otro negocio abusivo pero redondo y floreciente.
Por ejemplo, los yogures, debido a que pasan por un proceso de fermentación, presentan una concentración de lactosa bastante baja, sobre todo si la leche con la cual se han elaborado es de mala calidad y, por tanto tiene poca lactosa y «poco» de todo. Por ello a la mayoría de los yogures que se encuentran por todas partes y que «no saben a nada», les añaden azúcar o edulcorantes y sabores a frutas, y suelen ser bien tolerados por las personas que no tienen una intolerancia aguda a lactosa.
Pero si tenéis la suerte de encontrar yogures de calidad, y tendréis que buscarlos con lupa, al tener más lactosa, porque la leche es buena, podréis tener más problemas de intolerancia. El fabricante además os suele avisar.
En el caso de los quesos, otro de los derivados lácteos más presentes en nuestra alimentación, se recomienda consumir aquellos con un mayor grado de maduración, ya que cuanto mayor sea la maduración o mayor sea la dureza del queso, menor cantidad de lactosa contendrán.
Así que es mejor optar por un queso curado que por uno fresco, que tiene una cantidad mayor de azúcares en su composición. La cantidad de azúcar que un queso curado tiene de media es de 0,5% gramos por cada 100 gramos, mientras que un queso fresco supera los 2 gramos.
¿Sabíais que a la leche sin lactosa no se le quita la lactosa?
Efectivamente a la leche sin lactosa no se le quita la lactosa, aunque se rotule como «leche sin lactosa».
¿Cómo que no se le quita la lactosa?
Pues no. La leche sin lactosa es sencillamente leche normal a la que se le ha añadido lactasa. Esta enzima, como ya hemos visto, rompe la lactosa en sus dos moléculas que pueden ser digeridas sin dificultad.
Y éste es un método mucho más eficaz que ir eliminándola.
Por ello mucho cuidado con los productos «sin»que se transforman la mayoría de las veces en productos «con», como en el caso de las morcillas que os he explicado anteriormente.
Habrá que leerse con mucha atención la información nutricional de los mismos.
Lo que está claro es que los productos «sin lactosa» han venido para quedarse aunque no se sepa todavía bien si estos productos «sin» serán buenos para los que no tienen ningún tipo de intolerancia a la misma.
La industria láctica no sabe si son también recomendables para los que no tienen ninguna intolerancia a la misma. Y si ella no lo sabe…