Para perder tan solo 1 kilo de grasa corporal necesitamos quemar 7.200 calorías o dejar de consumir esas mismas calorías.
Si solamente rebajamos las calorías ingeridas, por ejemplo tomando 1.500 cada día en lugar de 2.000, si son las que supuestamente nos corresponden, y 1.500 serían ya muy pocas, se necesitarían 14 días para perder ese “triste” kilo… algo decepcionante y descorazonador al ver que la balanza baja tan despacio.
Si durante esos días, “la dieta”, es decir la manera de alimentarse, no se acompaña de ejercicio desde el primer día, perderemos fundamentalmente agua, que se recupera rápidamente, y músculo que solo se recupera con ejercicio.
Pero si además de rebajar las calorías totales que se toman a lo largo del día con la comida, se queman también con el ejercicio unas cuantas más, las que se puedan, se tardará mucho menos tiempo en perder ese kilo de grasa, no se estará desmoralizado, y nos sentiremos mejor.
¡Fijaros si en lugar de tener que perder 1 kilo de peso, hace falta perder unos cuantos más, 5, 10, 12…!
Cuantos más kilos se hayan cogido, más ejercicio habrá que hacer a diario y más costará hacerlo pues al moverse hay que acarrear esos kilos de más que son como una “mochila” que se lleva a la espalda.
El metabolismo además se habrá acostumbrado y habrá que reeducarlo para que vuelva a funcionar como antes de la cogida de peso.
Las personas que notan paulatinamente, por semanas o por días, que ya no caben en los pantalones o en las faldas, porque casi seguro que no se pesan, deberían tomar medidas ya… ¡antes de que sea demasiado tarde!
Son muchos los que piensan que cuando estén ya muy gordos con un balón gástrico, una operación bariátrica o implantándoles un marcapasos gástrico, la última innovación, lo tienen todo arreglado… pero desgraciadamente no es así.
El balón gástrico o intragástrico es un tratamiento para la obesidad no quirúrgico, indicado para personas con obesidad leve o moderada que por sí solas no consiguen bajar de peso. La técnica consiste en introducir un globo en el estómago, que una vez dentro se «infla»para que produzca una falsa sensación de saciedad y ayude de ese modo a reducir la ingesta de alimentos.
Luego, quieran o no quieran van a tener que comer menos… porque el estómago no tiene la misma capacidad de antes.
La cirugía bariátrica como su nombre indica es ya una cirugía en toda regla y los procedimientos quirúrgicos a los que va a ser sometido el paciente son considerados técnicas de cirugía de alto riesgo dada la gran cantidad de grasa que hay en el interior del paciente.
Aunque en la actualidad se hacen casi todas estas operaciones por vía laparoscópica, mucho menos traumática, se altera para siempre la anatomía del aparato digestivo, se producen grados variables de malabsorción intestinal y la mayoría de las veces no son técnicas reversibles.
El paciente debe entender que aunque los beneficios estéticos son importantes, no son el objetivo último de la cirugía. Tampoco la meta es alcanzar el peso ideal, que por otro lado solo se consigue en algo más de la mitad de los casos.
Debido a las alteraciones nutricionales derivadas de estas técnicas quirúrgicas, es necesario realizar un seguimiento médico del enfermo a largo plazo, probablemente de por vida, para detectar y tratar estos trastornos, y acompañarlo de tratamiento psicológico.
En cuanto al marcapasos gástrico implantado también por cirugía laparoscópica y conectado al estómago, lanza estímulos eléctricos que provocan una saciedad del apetito y por tanto se come menos.
Este marcapasos se implanta como un marcapasos común pero subcutáneamente, con la ventaja añadida de que también se utiliza una cirugía laparoscópica.
Solo se necesitan 3 incisiones en la pared abdominal para fijar en el estómago sus 2 electrodos, uno de estimulación, y un sensor de distensión gástrica que es el que detecta la entrada de alimentos, envía la información al marcapasos que la analiza, y si no es el momento correcto de ingerir alimentos se activa de forma automática y manda un estímulo para que el paciente no coma.
Y además, si come cuando no debe estas señales o estímulos eléctricos no solo le producen sensación de saciedad sino incluso cierto malestar, dándole a entender que está comiendo cuando no debe.
Sin embargo cuando el paciente se dispone a comer a las horas reglamentarias establecidas deja de emitir señales y cuando ya ha comido lo suficiente vuelve a lanzar estímulos eléctricos para que se sienta saciado, deje de comer y por tanto coma menos y vaya corrigiendo su peso.
De esta manera el marcapasos va “modulando” los hábitos alimenticios de la persona, le va “enseñando” las cantidades que debe ingerir.
Además de la peligrosidad más o menos importante que toda intervención conlleva, lo que muchos ignoran es que ya nunca más podrán comer como antes.
Si antes tomaban comidas pantagruélicas, ahora las cantidades van a ser muy pequeñas puesto que en sus estómagos reducidos cabe muy poco y tendrán que aprender a alimentarse de una manera diferente.
¿No merece la pena pues aprender a comer, disfrutar de todo pero en la cantidad adecuada, antes que someterse a este tipo de intervenciones, y tener que aprender a comer después de todas maneras?
Como anécdota triste os contaré que hace unos años, los médicos comprobaron que un paciente al que se le había sometido a una de estas operaciones bariátricas, seguía engordando después de haberle quitado de encima un montón de kilos, y no daban crédito a lo que veían.
Como era imposible que comiera mucho, porque su estómago ya no tenía capacidad para ello, ¿sabéis lo que hacía porque era muy goloso? En lugar de comer lo que se le había aconsejado, se “zampaba” cada vez que le venía en gana, ¡¡¡¡ una lata entera de leche condensada!!!!
En otro post hablaremos de cuantas calorías quemamos con diferentes ejercicios.