¿Hay que usar el aluminio en la alimentación?
El aluminio es el segundo metal más utilizado después del acero y el tercer elemento más abundante en la corteza terrestre.
Está prácticamente por todas partes, tanto en forma natural como artificial, sobre todo después de que hace poco más de un siglo comenzase su explotación industrial a escala masiva.
Desde algunos desodorantes, pero no todos, hasta el envoltorio del chocolate, desde las cazuelas dónde se prepara la comida, todavía en muchos restaurantes, a las latas que contienen el refresco…, hay cientos de maneras por las que nuestro organismo entra en contacto con el aluminio.
Aunque la migración de sales del aluminio a los alimentos es muy pequeña, excepto en alimentos ácidos o salados, las autoridades sanitarias recomiendan restringir su uso pues cada día hay más evidencias de que puede ayudar a desarrollar enfermedades como el Alzheimer.
Y ya no digamos del uso doméstico a gran escala que se sigue haciendo en nuestro país del papel de aluminio para envolver alimentos que se van a conservar o congelar, creyendo además que es impermeable, es decir que no deja pasar el aire, cuando en realidad no lo es.
Además, todo lo que está envuelto con este «material» aparece como “misterioso” puesto que no se puede ver a través de él, al contrario de lo que sucede en las bolsas de plástico transparente que usamos para conservar y congelar.
Tampoco se puede rotular para que se sepa lo que hay en su interior, así que ya tenemos también estos grandes inconvenientes desde el punto de vista de la productividad y eficacia en la cocina.
Pero como apareció antes que el film transparente, muchas personas se resisten al cambio, aunque sea para bien, y se sigue usando en demasía.
¡Somos el país de Europa que más lo sigue utilizando a nivel casero!
Si, además, se hacen papillots que van a cocinarse en el horno con este papel, el error será ya garrafal.
Muchos profesionales, muy inteligentemente, lo han cambiado hace tiempo, por lo que se llama papel vegetal, también denominado papel de horno o papel sulfurizado, aunque sea un poquito más molesto de manipular pues no es tan maleable, pero otros muchos no se han querido ni enterar.
Hace años, porque ni lo he usado nunca ni lo uso, en alguno de estos envases de un solo uso que estuve inspeccionando, el propio fabricante especificaba, en letra muy chiquitita, como para que no se viera: “Evitar el contacto prolongado de este material con ácidos o con comida rica en sales”, y a cuántos papillots de pescado se les añade no solo sal, sino también unas gotas de limón para aromatizar.
Otros, todavía más recalcitrantes o desaprensivos, envuelven ciertos alimentos en este papel, los cocinan al vapor, encima de una sopa por ejemplo… ¡y luego se tragan la sopa!
Un grupo de científicos europeos reunidos en una convención que se celebra desde hace 11 años en la ciudad francesa de Lille, al norte de París, han llegado a la conclusión de que hay “algunas sospechas sobre la toxicidad del aluminio”, algo que yo ya leí hace más de 20 años precisamente en una revista también francesa.
Según el profesor Alfred Bernard, toxicólogo de la Universidad Católica de Lovaina, «se ha demostrado que la demencia observada en pacientes en hemodiálisis se debe a la acumulación de aluminio en la sangre y el cerebro.
Las personas con insuficiencia renal son claramente las de mayor riesgo para el aluminio».
El profesor Christopher Exley, bioquímico de la Universidad de Keele, en Inglaterra, considerado como el principal experto mundial en el campo de la toxicidad del aluminio, cree que el aluminio se acumula poco a poco en el cuerpo y ya empiezan a vislumbrarse sus efectos nocivos.
Ambos profesores están de acuerdo, según lo que ha publicado el diario «Le Soir», en que este “simpático metal” es una potente neurotoxina que afecta directamente al cerebro.
En las “placas” del cerebro de dichos enfermos se ha encontrado aluminio, en mayor o menor cantidad.
El profesor Exley dice que se ha probado que «si el aluminio está presente en una región del cerebro en donde la enfermedad de Alzheimer está en curso, puede promover su desarrollo aumentando la gravedad y el inicio temprano de los síntomas».
El uso del aluminio en las cocinas está prohibido en algunos países, como Alemania, Francia, Bélgica, Reino Unido o Brasil, para evitar migraciones de sustancias que puedan suponer un riesgo para la salud.
Su utilización debería limitarse a casos muy concretos y optar por otros materiales con menos riesgo de migraciones de sustancias indeseadas.
Según un estudio de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), un alimento en contacto con papel o recipientes de aluminio contribuye al aporte de este mineral, en especial, en el caso de alimentos ácidos o salados.
Esta migración depende, sobre todo, de aspectos como la temperatura y el tiempo de calentamiento o de cocción, de la composición y el pH del alimento, y de la presencia de ácidos orgánicos, sal y otros iones.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que las latas o tetrabriks están recubiertos con capas de polímero que evitan el contacto directo del alimento con el aluminio, aunque últimamente también se está cuestionando si este polímero podría llevar BPA, bisphenol A.
La Comisión Europea acaba de publicar un reglamento con nuevas condiciones de uso y niveles de los aditivos alimentarios que contienen aluminio.
Según las nuevas condiciones, aplicables a partir del 1 de febrero de 2014, deben modificarse estos usos y reducirse los aditivos que contienen aluminio.
El objetivo es que no se supere la ingesta semanal tolerable de aluminio, establecida por la EFSA en 1 miligramos por kilo de de peso corporal.
El nuevo reglamento fija un tiempo para que los fabricantes de aditivos alimentarios se adapten a los nuevos requisitos para aquellos que contienen aluminio.
Mi consejo, para el que lo quiera seguir, es que no lo uséis para nada.
Si queréis envolver un bocadillo por ejemplo, rodearlo primero muy bien con papel absorbente de cocina, y posteriormente poner el papel de aluminio encima de manera que nunca lo toque.