Muchos se preguntan si hay que precalentar los recipientes culinarios vacíos antes de empezar a cocinar.
Pues dependerá, como siempre, del recipiente que se vaya a utilizar y del método culinario que vayamos a seguir.
La mayoría de estos recipientes no se deben precalentar nunca vacíos, aunque muchos lo recomienden equivocadamente, salvo el horno tradicional y la plancha eléctrica que, cada vez, me gusta menos porque se usa mal.
Más de uno está convencido de que, cuando quiera perder peso, todo se debe hacer a la plancha sin nada de aceite, o hervido, con lo aburrido que debe resultar.
Deberían saber que todos los alimentos elaborados a la plancha, para que no se peguen, deben ir barnizados con una brocha de silicona y un poquito de aceite de oliva virgen extra.
De lo contrario, además de pegarse y romperse al darles la vuelta, pueden dorarse o quemarse demasiado por fuera generándose hidrocarburos policíclicos que son cancerígenos.
Tampoco hay que verter nunca aceite directamente en la superficie de estas planchas, ni frías ni calientes.
Si pedís en un restaurante verduras a la plancha, por ejemplo, para que se ablanden, porque muchas son algo duras como las cebolletas o los pimientos…, les añaden tal cantidad de aceite que acaban estando, la mayoría de las veces, empapadas en aceite que se masca al masticarlas.
Ninguna olla, ni cacerola, ni sartén, ni sandwichera… necesitan un precalentamiento previo vacías, por mucho que todavía una multitud de fabricantes lo aconsejen.
Es la mejor manera de que el utensilio se estropee, por exceso de calentamiento de su material de fabricación y de que coja, sin querer, demasiada temperatura.
Al añadir después el aceite en estos utensilios precalentados vacíos, éste coge también demasiada temperatura con lo que «se quema», es decir se empieza a polimerizar en subproductos nada saludables.
Ni la fuente crisp de los microondas que poseen esta función crisp, ni el plato crunch de otra marca, ni el crunchy…, deben precalentarse vacíos por mucho que sus fabricantes lo aconsejen.
En ese precalientamiento, y los mismos fabricantes lo aclaran, estas fuentes o platos alcanzan una temperatura de 200 grados o superior, demasiado alta para añadir encima algún alimento que lleve aceite, aunque solo sea una cucharada.
Ni siquiera el horno tradicional debe precalentarse a más de 190-200º, la recomendable para hornear hojaldres, que son las preparaciones que necesitan mayor temperatura.
Para asar carnes no se deberían usar más de 180º de temperatura porque, aunque no se les haya añadido nada de grasa, como en el caso del cordero, la grasa del propio animal puede deteriorarse a temperaturas más altas.
Por ello, a veces, el cordero que está tan rico asado en un horno de leña resulta después muy pesado de digerir.
Lo que sí hay que calentar siempre es el aceite, pero siempre con mucho cuidado, para que no se «queme».
No debe humear nunca, aunque en muchas recetan lo expliquen así. En cuanto aparezcan los primeros vapores, con irisaciones en su superficie y empiece a dilatarse hay que añadir los alimentos a dorar o freír.
Hay una marca de ollas superrápidas que, para añadir un «plus» en su publicidad, la mayoría de las veces engañosa, aconseja precalentar sus ollas vacías hasta que al añadir unas gotas de agua estas chisporroteen.
Si por cualquier motivo, nos llaman por teléfono, o al timbre…, y se nos olvida que tenemos la olla encima del fuego, ésta puede hasta quemarse.
Actualmente, en algunas ollas de una marca conocida, el fondo difusor, a pesar de la calidad tan extraordinaria que tiene, se está abombando, como si empezara a desprenderse del cuerpo de la olla.
¿Será porque se ha seguido este consejo o porque una partida ha salido defectuosa?
En cualquier caso el fabricante debería aclararlo.
Como norma general pues, no precalentéis nunca los recipientes culinarios vacíos.