Según el catedrático de Fisiología Humana Francisco Mora, del que ya hablamos el otro día, hay que empezar a cuidarse a partir de los 30 años, aunque cuanto antes mejor ya que los hábitos y la alimentación son muy importantes desde la infancia.
Un bebé, si ha nacido sanito y ha tenido lactancia materna ya tendrá, por ese mismo hecho, más posibilidades de tener una buena salud futura.
Desde el nacimiento hasta la edad de los 27 años el organismo humano crece y se desarrolla de acuerdo con sus genes que en esta etapa de la vida son los que “mandan”, pero a partir de los 27 años el programa genético empieza a deteriorarse y es entonces cuando comienza el proceso de envejecimiento.
Jaime Miquel, ex director del Laboratorio de Envejecimiento de la NASA habla también de los 30 años, porque es a esta edad cuando, más o menos deprisa, comienza el cambio de la fisonomía.
Puede empezar a aumentar el peso, a bajar el metabolismo y los niveles de ciertas hormonas, a aparecer cambios en los patrones de sueño, a perderse memoria… y los huesos que hasta esta edad han estado acumulando calcio dejan de hacerlo.
Por eso es tan importante que lleguen a esta edad bien cargados de calcio, y todos los que no han tomado lácteos o muy pocos hasta ahora lo van a notar, a pesar de la campaña actual de descrédito sobre los mismos.
Pero este lento proceso de deterioro no es irremediable.
Una dieta rica en frutas y verduras, repletas de vitaminas, minerales y antioxidantes, un ejercicio físico moderado pero regular y mantener la mente activa ayudan a retrasar el envejecimiento, y el cerebro puede rejuvenecer.
¿Qué debemos hacer?
A los 30 años
En la actualidad esta década es para la mujer la de la maternidad.
Los embarazos, en ocasiones, hacen que el abdomen envejezca, y también la mama que ya puede aparecer como caída o descolgada.
Aunque no haya habido embarazos, también puede producirse una redistribución diferente de la grasa que antiguamente se acumulaba más en las cartucheras y en la cara interna de los muslos, y hoy más en el abdomen con la aparición de los famosos “michelines”.
Pero sobre todo los partos de la treintena, hayan sido vaginales o por cesárea, pueden traducirse en una pérdida de tono muscular en la zona que se llama “suelo pélvico”.
Si esta pérdida muscular no se corrige justo después del embarazo, puede ocasionar un deterioro en la calidad de vida futura de la mujer, en forma de posibles pérdidas de orina, más o menos frecuentes de ahora en adelante.
De hecho, 1 de cada 4 mujeres la ha experimentado en algún momento de su vida.
Las mujeres deberían saber, ya que es muy importante para ellas, que esta pérdida de tono muscular no se produce por un efecto secundario del envejecimiento, ni que le toca por herencia genética, en absoluto.
Esta incontinencia urinaria sucede porque se ha debilitado este suelo pélvico, y esto se puede corregir mediante ejercicios, los llamados de Kegel.
Pero esta situación que empieza levemente en estos momentos, si se la considera como normal y no se toman medidas contra ella y se silencia, muchas veces por pudor, se acrecentará en las década posteriores.
¿Por qué os creéis que se anuncia tanto la amplia gama de productos de diferentes tamaños y niveles de absorción que se ofrecen para paliar en lo posible estas pérdidas de orina, aprovechando hasta a artistas famosas?
Porque muchas mujeres no han tomado las medidas oportunas cuando sí tenían arreglo, haciendo a diario los ejercicios anteriores, y prefieren estar condenadas de por vida a estos pañales.
¡Y tampoco quieren someterse a una pequeña intervención quirúrgica que corrige esta incontinencia que va a ir aumentando, más rápidamente si se va cogiendo peso!
A los 40 años
A esta edad, en general, se empiezan a tener sensaciones de que “algo” está cambiando en nuestro organismo.
Pueden empezar las digestiones pesadas, el cansancio general, la apatía o falta de interés por las cosas, los dolores de espalda, de cervicales y articulares y de cabeza, que en muchas mujeres sobre todo pueden llegar a ser insoportables.
También el sueño puede empezar a ser deficiente, la piel más seca y afinada, la vista disminuida con la aparición de lo que se llama “vista cansada» o presbicia, y, a veces, aunque es menos probable pérdida de oído.
Puede empezar a caerse más el pelo, y sobre todo a perder densidad, es decir se vuelve más fino.
Hacia la mitad de esta década empieza en algunas mujeres a hacer su aparición la menopausia, lo que supone un «tortuoso» declive funcional.
Aunque es un proceso normal de la vida, para muchas mujeres la menopausia va a originar una “verdadera revolución”.
Al disminuir o desaparecer la producción de hormonas sexuales, los estrógenos, se van a producir ciertos efectos más o menos evidentes, no solo en la textura del pelo y de la piel, sino también cambios psicológicos, en la composición corporal y muscular y en una redistribución diferente de la grasa corporal con un aumento adiposo en algunas zonas.
Mujeres de cintura estrecha pasan a tener tripa, a tener unas formas menos femeninas o menos ginoides y más androides.
En cuanto a la parte física a nivel facial, la década de los 40 es en la que la mayoría de las mujeres ya empiezan a notar signos de fotoenvejecimiento facial, como arruguitas finas y manchas faciales.
Empiezan a hacerse evidentes, de forma moderada, las bolsas de los párpados, y ya notamos arrugas más profundas, fundamentalmente dinámicas, por la acción de los músculos al gesticular.
Hoy, muchas de ellas, empiezan a hacerse “pequeños arreglitos”, a los que ya estarán condenadas para el resto de su vida.
Y dependiendo fundamentalmente de la clase de piel que tengan, y naturalmente de las manos del cirujano, tendrán mejores o peores resultados.
A los 50 años
Durante esta década, y una vez acabada la menopausia, se vuelve al envejecimiento más o menos rápido.
Muchas mujeres se adaptan a esa situación, pero sigue el declive funcional, porque lógicamente pasa el tiempo.
Una de las cosas más importantes que pueden suceder, y que en mi opinión no se consideran tanto, de acuerdo con los protocolos médicos actuales, es la disminución de la masa ósea, que antes estaba protegida por los estrógenos.
Por ello es tan importante empezar a realizar ejercicio en edades más tempranas y seguir con una buena alimentación rica en calcio que continua siendo tan importante como antes.
Como los huesos ya no captan más calcio, hay que impedir a toda costa perder el que se encuentra dentro, de lo contrario aparecerá la osteoporosis, y las cifras de mujeres que la sufren o padecen son escalofriantes, máxime porque es una enfermedad silenciosa que ni duele ni da síntomas, hasta que sobreviene la rotura.
Aunque hoy hay tratamientos farmacológicos muy efectivos, incluso mensuales o anuales, no a todas las mujeres les vienen bien porque suelen tener bastantes efectos secundarios.
Entrenar al organismo, para que no se atrofien los tejidos, es pues lo más sencillo y eficaz.
La década de los 50 en la mujer es la de la flacidez, no solo a nivel facial sino corporal.
En esta década se empieza a perder grasa que es lo que se llama “atrofia de grasa” de algunas zonas faciales, como los pómulos y mejillas que casi desaparecen, los ojos se hunden apareciendo arrugas alrededor de los mismos y se hacen muy evidentes las bolsas palpebrales y los excesos de piel en los párpados.
Aparecen las arrugas frontales, la caída de las cejas, los surcos, la caída del mentón, el aplanamiento del bermellón de los labios..
Como esto no es estético, muchas mujeres prefieren estar más gorditas para tener la cara más rellenita, pero ya sabemos que los kilos de más, si son muchos, son un problema grave de salud.
Los huesos al empezar a sufrir una reabsorción, hacen que el soporte muscular de la cara sea menor, y se produzca flacidez y descolgamiento también en esta zona.
A los 60 años
Si no ha habido hasta entonces cambios en el estilo de vida, es decir no se ha seguido una alimentación saludable y ejercicio, empiezan a aparecer enfermedades cardiovasculares que hoy son la primera causa de muerte en nuestro país, y más frecuentes en la mujer que en el hombre en este rango de edad.
Si se sigue sin hacer ningún tipo de ejercicio, y es muy difícil que la mujer, o el hombre, empiecen a esta edad si no lo han realizado cuando eran más jóvenes, la capacidad de adaptación tanto física como mental disminuirán, y solo podremos luchar contra ellas, manteniéndonos mentalmente y físicamente activos.
El órgano que no se ejercita se atrofia.
A los 70-80 años
Comienza el declive general, y en general la disminución de las capacidades físicas se hace evidente: hay pérdida de fuerza, de equilibrio, de coordinación, de resistencia…
También sucede una pérdida de capacidad adaptativa y cognitiva o mental, que «debemos intentar atenuar con entrenamiento mental»
Pero contra esta disminución de capacidades, se puede luchar porque hoy, cada día más, hay personas relevantes que están dentro de esta horquilla de edad, incluso con muchos más de 90 años, y que están espléndidos no solo física sino mentalmente.