Si se consumen muy a menudo ajos, tanto para ensaladas, vinagretas, salsas, salpicones… como para cocinar, será muy útil tener siempre a mano algunos ya pelados listos para usar como os apuntaba en el post de la despensa fría.
Se conservan perfectamente en la nevera durante más de 15 días, en un tupper hermético, pequeño y bien lleno. Si queda espacio libre, para que la acción del oxígeno y del aire sea mínima, forrar interiormente esta cajita de plástico con papel absorbente de cocina, como en el caso del perejil, aunque si está bien lleno no hace falta ni papel.
Para que vuestra cocina sea realmente productiva seguid estos consejos:
1. Comprar los ajos siempre en cabezas gordas que no estén blandas, en las que se vea que los dientes de su interior son también hermosos y están firmemente envueltos en su piel seca, sin brotes verdes que sobresalgan o estén a punto de aparecer lo que nos indicaría que están recolectados hace tiempo. Dicha piel no debe estar ya desprendiéndose sola.
2. Pueden ser blancos o de piel violácea, como prefiráis ya que ambas variedades son buenas.
3. Los dientes gordos pueden tener el mismo sabor fuerte que los pequeños, dependiendo de su calidad, aunque antes se decía lo contrario, y sin embargo se pelan mucho mejor.
Para pelarlos con facilidad cuando están recién recolectados que es cuando más cuesta, su piel muy fina está adherida completamente a la carne, y hay que separar con los dedos los dientes 1 a 1, colocarlos encima de la tabla de cocina y con la hoja de un cuchillo grande como el de cortar carne colocado en posición horizontal dar a cada uno un pequeño golpe, suficiente para rajar levemente su piel.
A continuación pelarlos con el cuchillito pequeño de cocina, la puntilla, y nunca con el de cortar carne que parecería un «sable» frente al diminuto ajo. ¡Y esto se sigue viendo!
Si se van a conservar ya pelados, procurar que al golpearlos solo se abra la piel y no la carne para que la conservación sea óptima.
¡No los metáis nunca en agua para pelarlos como todavía se aconseja! ya que es un trabajo inútil que «no funciona» y nos hace perder tiempo puesto que luego habrá que secarlos muy bien para que no «salten» al freírlos.
4. La costumbre antigua de conservar los ajos en aceite no es buena porque el ajo, con el tiempo, no solo se oscurece y oxida, sino que día a día va perdiendo sabor y aroma que pasan directamente al aceite, y es éste el que se perfuma.
5. Si se tienen que majar ajos hasta reducirlos a papilla, meterlos en un mortero, añadir un poquito de sal para facilitar la trituración y que no salten y machacarlos hasta obtener una pasta uniforme.
6. Si se quiere picar finamente ajo y no se quiere hacer a mano por el olor, utilizar un prensa ajos. Solo algunos funcionan bien de verdad.
7. Siempre que se tenga que sofreír ajo y cebolla para cualquier guiso, conviene rehogar primero el ajo y cuando éste empiece a tomar color añadir la cebolla. Si se intenta dorar las dos cosas a la vez, como la cebolla es muy acuosa soltará parte de su agua y el ajo con esta humedad no se freirá sino que se cocerá. El sabor exquisito del ajo frito no es comparable ni mucho menos con el del ajo cocido.
8. No los friáis nunca demasiado porque amargan y pueden estropear una salsa o guiso.