La lejía que muchos utilizan con mucha “alegría”, a mí me inspira mucho respeto.
Si es pura, y aunque esté mezclada con detergente, que es el último “invento”, cuidado con ella porque es un producto muy abrasivo y se debe manipular siempre con guantes de goma. Dependiendo del sitio en el que caigan tan solo unas gotas os pueden decolorar los pantalones que lleváis puestos, por ejemplo, o incluso hacer directamente un agujero si es una tela fina o delicada.
A pesar de estos inconvenientes, yo la uso en algunas ocasiones.
1. Manchas de ropa.
Para quitar manchas de fruta muy localizadas, sobre todo de las de verano, en ropa blanca poco o nada estampada, camisetas, servilletas, baberos de los bebés…, incluso si éstos son de color y preferís verlos un poco descoloridos pero limpios.
Imaginar un babero o una servilleta que al sacarla de la lavadora aparece con una mancha parda si es de fruta veraniega, o de color naranja si se trata de la papilla de frutas…
En una jarrita de vidrio grueso, casi indispensable en un hogar pues tiene numerosísimos usos, calentar una mezcla de mitad agua y mitad lejía en el microondas hasta que esté muy caliente.
El que no se atreva que la caliente en un cazo… pero yo no tengo ni cazos porque no los uso para nada.
Cuando lo esté, y con los guantes siempre puestos, introducir rápidamente la mancha, o las manchas, no hace falta que sea la prenda entera porque posiblemente ni os cabrá. Veréis que como por arte de magia la mancha desaparece por completo. Aclararla inmediatamente con abundante agua, mejor caliente si se tiene.
Os puede parecer una barbaridad pero haciéndolo con cuidado es muy efectivo y rápido.
2. Suelos blancos.
Si un suelo blanco de cocina o cuarto de baño está con color feo, oscurecido por el motivo que sea, añadir al agua del cubo de la fregona, preferiblemente también muy caliente, un buen chorro de lejía. Cuidado con no echar demasiada porque emanarían vapores que pueden irritar los ojos o las narices.
¡Ni se os ocurra mezclar esta agua con amoniaco, totalmente prohibido!
Si se trata del de la cocina y está bastante grasiento porque se ha guisado mucho, en cuanto veáis que el agua está sucia cambiarla.
En oficinas, ambulatorios, portales, escaleras de edificios… yo veo cubos llenos hasta la mitad nada más, con muchísima espuma y con el agua negra.
La espuma no limpia, solo «incordia», y si el agua está negra estáis “lambuzando” pero no limpiando de verdad y habrá que cambiarla tantas veces como haga falta por mucha pereza que dé. Aquí, sintiéndolo mucho, no se puede ahorrar agua.
Si se echa un producto friega suelos, hay que añadirlo en muy pequeña cantidad como siempre os he dicho, porque son muy concentrados y algunos suelos se pueden quedar opacos y con aspecto turbio.
3. Fregaderos que corren mal.
Si tenéis un fregadero o una pila que no está atascada sino que corre mal, os voy a contar algo que os parecerá también una barbaridad, pero que me recomendó un fontanero y que es más efectivo y menos problemático que los clásicos desatascadores químicos, y os aseguro que funciona, siempre trabajando con mucho cuidado porque… no es agua.
Calentar ahora, con la máxima prudencia, en la misma jarrita lejía pura, también en el microondas, a potencia máxima para tardar menos, vigilándola para que empiece a humear pero sin llegar nunca a hervir y cuando lo esté verterla con cuidado por el desagüe que no traga bien y que deberá estar sin agua. Si estuviera atascado y no «tragara» nada, esperar a que el agua se vaya sola o con el desatrancador manual de toda la vida.
4. Manchas en morteros antiguos y cucharas de madera.
Si se machaca en un mortero de madera o de mármol alimentos con intenso color como puede ser pimentón, azafrán, tinta de calamar…, aunque se lave en el lavaplatos quedará coloreado, y si se quiere que vuelva a su tono primitivo habrá que añadirle agua hirviendo con un buen chorro de lejía que lo aclarará inmediatamente. Cuanto más caliente esté la mezcla de agua y blanqueante, más rápidamente se eliminará la coloración.
Esto es válido también para todos los cubiertos de madera que nos sirven para remover las verduras y demás alimentos, tanto cucharas como tenedores y espátulas cortas o largas. Lavarlas muy bien a continuación, en el lavajillas, o a mano con agua caliente y el lavavajillas habitual.
Si estas piezas de madera tienen la punta quemada, porque no solo han servido para remover sino que se han dejado dentro del sofrito o del aceite, algo que evidentemente no se debe hacer, seguirán quemadas y no habrá solución.
5. Tablas de cocina de madera o de fibra.
Si seguís usando las de madera, y están realmente sucias, y os caben en el lavaplatos, lavarlas allí con el resto del menaje sabiendo que, a la larga, la madera puede agrietarse y abrirse por el exceso de agua y de calor. ¡Pero quedan casi esterilizadas!
Si preferís lavarlas a mano, hacerlo con agua bien caliente, estropajo fuerte y un detergente bueno, y si quedan manchas recalcitrantes, bañarlas con una solución hirviendo, al 50% de lejía y agua, hasta que todas ellas desaparezcan. Aclararlas luego a fondo con agua y detergente para que no queden residuos.
El limón que se aconseja, aunque es un ácido y por tanto blanquea, no mata los microorganismos que la tabla pueda llevar.
Este consejo también es útil para las tablas sintéticas de colores que se «tiñen» rápidamente.
6. Tuppers o recipientes herméticos de polietileno.
Si son de buena calidad, duran muchísimo, pero con el tiempo se van oscureciendo, poniéndose feos y quedan a veces coloreados si han contenido salsa de tomate, calamares en su tinta, remolachas…
En el uso diario, es preferible lavarlos en el lavaplatos siempre que hayan contenido algún guiso o alimento con aceite, porque esta grasa queda adherida a sus paredes y, a no ser que se laven a mano con agua caliente y un buen desengrasante, resultan siempre pringosos. Con el detergente habitual no es suficiente.
En el lavavajillas quedan exentos totalmente de grasa.
Pero si están oscurecidos y queréis recobrar su color primitivo, después de bien lavados echarles agua hirviendo con el mismo volumen de lejía de manera que se cubran las partes coloreadas o feas.
Comprobareis que inmediatamente pierden el “desteñido” y aparecen con su color.
Si no fuera así, añadir algo más de lejía, pero, ¡ojo! para que esto funcione el agua tiene que estar hirviendo.
Podéis meter incluso en el microondas un bol lleno de agua y lejía a partes iguales, como anteriormente, y cuando vaya a empezar a hervir volcarla en el interior de estos tuppers coloreados. Acararlos después con agua y detergente, secarlos y os quedarán como nuevos.
7. Aunque se sugiere añadir al agua de lavado de las verduras que se van a tomar crudas unas gotas de lejía, yo no lo aconsejaría salvo en el caso de las embarazadas que no tienen anticuerpos contra la toxoplasmosis.
Esta lejía no puede ser la normal que usamos para la ropa, sino que tiene que especificarse en el envase que sirve para uso alimentario y que no lleva plomo.
Hoy tenemos ya en el mercado productos específicos para higienizar esta agua de lavado.