¡Bienvenidos todos, ya estamos aquí de nuevo, con las «pilas» puestas!, y nada mejor que con buenos propósitos.
Ordena tu vida es posible
Muchos toman ahora, después de las vacaciones, nuevas decisiones como aprender inglés o perfeccionarlo, apuntarse a un gimnasio, cuidar su alimentación… y hasta perder los kilos «pescados» durante el verano y alguno más que ya les sobraba anteriormente…
Para poder realizar todas ellas y ordenar nuestra vida, habría que empezar por tomarse «la pastilla contra la falta de voluntad” y, como todavía no existe, vamos a comenzar por algo muy importante como es ordenar cada uno su vida y organizarla, algo que es siempre posible.
Además, a ser ordenado se puede aprender, ¡si se quiere, naturalmente!
Los últimos estudios psicológicos aseguran que ser ordenado no solo nos hace más productivos y aumenta nuestro rendimiento, como ya vimos, sino que es bueno hasta para nuestra salud e incluso nos hace mejores personas.
Los estudios de la psicóloga Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos) publicados en Psychological Science el año pasado consiguieron datos tan curiosos como que “un entorno limpio y ordenado llevaba a la gente a hacer cosas buenas, como mostrarse más generosa o no implicarse en un crimen”.
En contrapartida, el desorden y la desidia contagian la mala conducta e incluso el delito.
Pero el orden o desorden no solo afecta a los entornos laborales, debe existir, además, en varias facetas de la vida.
Hay investigaciones que afirman que los hogares caóticos entorpecen el desarrollo cerebral en los primeros años de vida y que los niños criados en ambientes más desordenados, y por tanto más estresantes, desarrollaron peor sus capacidades cognitivas.
La falta de organización y el caos en nuestro espacio físico, además, aceleran las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina.
El desorden genera impotencia y precipita el envejecimiento.
El orden nos aporta equilibrio y fomenta una mayor fuerza de voluntad, como ya vimos en el post de la esclerosis múltiple.
Quizá por ello la gente más trabajadora juzga tan negativamente a los desordenados.
El que es meticuloso suele tener una personalidad más responsable y madura, aunque también tiene sus efectos negativos, y puede sufrir mucho si su entorno no lo es y se conforma con el «ya vale”.
Hay que tener orden en la forma de vivir, de trabajar, de pensar, de superar las adversidades… hasta de amar, y tener una jerarquía de valores bien establecida para priorizar lo que es decisivo e importante de lo ordinario o marginal.
Sin embargo, en algún momento habrá que aprender a renunciar o a decir que no, porque ello implica sabiduría.
Aprende a poner orden en tu vida.
El mundo, a fuerza de ser cada día más globalizado, se está volviendo cada vez más complejo, y cada vez sentimos más la necesidad de tener nuestro entorno en orden.
Esa necesidad empieza en nuestra propia cabeza, ya que también hay estudios que afirman que el cerebro tiende a la organización y a la limpieza.
Sin embargo no hay ningún estudio que determine que haya una predisposición genética a ser ordenado, porque la conclusión más extendida es que el orden, como cualquier otra conducta que implique disciplina, se puede aprender, sobre todo si se nace y se crece en un entorno adecuado.
La disciplina nos hace metódicos, dueños de nosotros mismos.
Las personas de ambos sexos que, además de sus trabajos profesionales, quieren ser también amos y amas de casa y coger las riendas de su hogar, dominándolas, lo saben perfectamente.
El catedrático español en Psiquiatría Enrique Rojas explica cómo el orden y la constancia «son dos joyas cruciales de la conducta», para conseguir la autorrealización personal.
A propósito de la constancia, la describe como» tenacidad sin desaliento”, es decir firmeza y perseverancia en los objetivos que uno se ha marcado, saber esperar y saber continuar, y es uno de los grandes pilares de una personalidad madura.
Después de tomar una determinación concreta, hay que tener constancia para no darse por vencido, y crecerse ante las dificultades que van a surgir.
Así se edifica un ser humano fuerte, firme, consistente, rocoso, de una sola pieza.
El fruto mediato de esta conducta es la alegría, la fortaleza, la madurez.
Cuenta que a lo largo de su vida ha admirado a las personas que han tenido y tienen vidas muy plenas.
«No solo están entregadas a sus trabajos y a sus responsabilidades familiares sino que, además, cultivan sus aficiones, y en muchos casos hasta están atentos a las personas que les rodean. No se olvidan de felicitarlos por su cumpleaños, aniversarios y fiestas importantes…, sino que se presentan a verles en los malos momentos ya que son capaces de cambiar automáticamente sus planes de agenda para incorporar algo imprevisto también importante humanamente.
El tiempo, para ellos, parece dilatarse, lo estiran como chicle.
El orden debe existir pues en varias facetas de la vida.
1. Orden en el horario.
Hay que levantarse a la hora adecuada y tener las actividades diarias programadas.
Cuando uno tiene orden, el tiempo disponible se alarga y se llega a «más cosas».
Por ello tener una hora fija aproximada de acostarse y de levantarse es muy recomendable, siempre que se practique con una cierta flexibilidad.
Se ha visto que este “horario”, es decir un estilo de vida saludable, influye hasta en el peso correcto de cada individuo y en la calidad de su sueño.
2. Orden en la habitación.
Entrar en la habitación de alguien es hacer un retrato psicológico del que la habita.
Puede parecer de entrada una cosa sin importancia, pero el buen observador verá cómo están las cosas que esa persona tiene y maneja a diario.
Cuando hay orden, aquello desprende paz, serenidad e invita a quedarse allí.
Una habitación que es una leonera, dónde el desorden campa por sus respetos y todo es caótico, refleja bien a las claras la persona que vive en ella.
Por ello es imprescindible que haya un sitio predeterminado para cada cosa, que cada cosa esté en su sitio, y que, después de utilizarla, se devuelva a su lugar.
Según la compañía de consultores Priority Management de Pittsbusrgh una persona puede gastar una media de 1 año de su vida buscando cosas perdidas o que no encuentra por el desorden que reina a su alrededor.
Para buscar cualquier dato o información, hasta en el ordenador debe estar todo bien clasificado.
Este orden simplifica la vida, produce una tranquilidad casi inmediata, aporta a la vida comodidad, eficacia y eficiencia, términos que parecen iguales pero que no lo son en absoluto, calma y es como un sedante.
3. Orden en el coche.
También influye muchísimo el estado del coche de cada uno, tanto exterior como interiormente, sobre todo en este último caso, ya que a alguien que use su coche diariamente le puede resultar más difícil lavarlo en la máquina.
Pero, en su interior, puede estar todo lo que se necesita en un sitio determinado, siempre el mismo, o ser una verdadera hecatombe y tener hasta porquería en los asientos y en el suelo.
4. Orden en la cabeza.
El que no sabe lo que quiere no puede ser feliz.
Por ello hay que aprender a ser concretos, ir al “grano” y no querer tocar demasiadas teclas al mismo tiempo porque, en general, quien mucho abarca poco aprieta, a no ser que se sea una persona excepcional.
Tener las ideas claras produce una alegría interior que no tiene precio.
5. Orden es aprender a tirar lo que ya no sirve…, pero con cautela.
Es impresionante lo que uno puede llegar a guardar si no anda con cuidado.
Ordenar es saber desprenderse de lo que estorba, de lo que ya no nos sirve, de cosas inútiles.
Pero es totalmente absurdo comprar y comprar sin medida, por ejemplo en las rebajas, simplemente porque están baratas, y luego tirarlas directamente a la basura, sin ni siquiera haberlas disfrutado un día. Eso refleja desorden, mala organización y hasta insolidaridad, no solo con la salud ambiental del planeta, sino con los miles y miles de personas que “malviven” con menos de 1 dólar al día.
6. Orden y, a la vez, saber ser flexible.
Hay también que saber ser flexible en determinadas ocasiones. Esto quiere decir que hay que aceptar, de buen grado, los cambios e imprevistos que surgen y que forman parte de la vida misma, aunque rompan el orden que uno tenía establecido.
Entre el desordenado de campeonato y el perfeccionista y maniático del orden, hay una gama muy amplia y rica.
El rígido perfeccionista sufre y se altera porque las cosas no se hacen o se consiguen en el orden establecido, sin embargo la persona ordenada acepta de buen grado estos cambios y no pierde la calma.
El orden da armonía y equilibrio a la vida, es más, me atrevería a decir que no hay verdadero equilibrio psicológico sin orden.
El orden y la constancia tienen como fruto inmediato el conseguir objetivos concretos, medibles, bien delimitados.
El fruto mediato es la alegría, es decir estar contento con uno mismo intentando sacar lo mejor que llevamos dentro, venciendo presiones y resistiendo infortunios. De ese modo, se irá ganando en fortaleza y se será cada vez más libre.
Cuánto necesita nuestra sociedad de personas así, plenas, felices, fuertes y entregadas y, esto se consigue fundamentalmente con orden y constancia.