Aunque los que me seguís ya sabéis que soy una entusiasta tanto de la conservación como de la congelación de nuestros alimentos, siempre que ambas “operaciones” se realicen de una manera correcta, en el caso de los mariscos frescos soy muy cauta al ser productos muy delicados, que pierden buena parte de su fantástico sabor y aroma aunque se haga bien y siguiendo las técnicas generales.
Así que ahora que llega pronto la Navidad y que en varias casas se van a consumir mariscos, es muy importante saber manipularlos y conservarlos desde el momento de su adquisición, incluso saber, a la hora de comprarlos, si están realmente frescos o “disfrazados”.
Como siempre el aspecto exterior ya nos indica muchas cosas, aunque a veces los estén regando continuamente con agua o con nebulizaciones para que al estar siempre mojados brillen y no aparezcan “mustios”.
Los crustáceos que se deben comprar vivos como el bogavante, la langosta, el centollo, el buey de mar o las nécoras… deben estar moviendo sus patas y soltando como una especie de “espumilla”, lo que nos indicaría de una manera segura que no están muertos.
Y los refrigerados, como gambas, langostinos… además de la “buena pinta” que nos puede equivocar, deben tener la cabeza y las patas bien sujetas al cuerpo y no a medio desprender.
Si se pudieran oler, algo nada fácil, deberían desprender un olor agradable a mar.
Algo muy eficaz, aunque no siempre fácil de conseguir, es comprar siempre en el mismo puesto de venta y ser «amigo» del pescadero que no os va a engañar.
Cara a las navidades comprar marisco en cualquier sitio, simplemente porque está barato y tiene “buena pinta” puede ser una temeridad pues no hay capacidad suficiente esos días para poder hacer todas las inspecciones necesarias.
Seguro que no os vais a morir por tomar marisco en no demasiado buenas condiciones, pero podéis tener simplemente una «magnífica» descomposición intestinal.
Recordad, y más en estas épocas de crisis que es mejor poco y bueno que mucho y malo.
Para conservarlo algún día en la nevera muchos aconsejan que se envuelva el marisco, sea el que sea, metido en redecilla si se trata de moluscos bivalvos que deben estar siempre muy apretados para que no se abran, o sin meter, envueltos en un paño más o menos húmedo, y directamente en la nevera.
Si usáis simplemente el sentido común, os daréis cuenta rápidamente de que con esta operación toda la nevera olerá a marisco, olor que puede durar varios días después de haberlos sacado de ella.
También pasa algo parecido al aconsejar conservar el queso, esta vez envuelto en un paño empapado en vino blanco.
¡Vaya tufo a vino, como si la nevera estuviera borracha!
No sé lo que pensaréis vosotros, pero a mí personalmente me parece una falta de higiene, además de no ser una medida para nada efectiva porque habría que estar mojando el paño a medida que fuera secándose con el aire frío de la nevera.
Por no saber conservar nuestros alimentos se tiran, tanto en los hogares como en los sitios públicos, toneladas de los mismos y más del 50% de las toxiinfecciones alimentarias que se producen en nuestro país son en los domicilios particulares.
Hace 60 o 70 años, cuando había pocos domicilios que disponían de nevera, no había información suficiente, pero en la actualidad el que conserva mal es porque quiere.
Mi libro «Saber comprar, conservar, congelar nuestros alimentos desde la A hasta la Z», disponible tanto en Bubok como en Amazon, solo cuesta 2,50€ + IVA, y nadie se va a arruinar por ello.
De hecho mis ebooks tienen todos este precio simbólico para que cualquiera los pueda adquirir y puedan usar «a tope» todos sus electrodomésticos, tanto una nevera, como un congelador, una olla superrápida, un microondas…
Conservar y congelar correctamente es bastante más que abrir sin más la nevera o el congelador y meter “cosas”.
Como norma general y segura yo os aconsejaría que cocierais o cocinarais el marisco el mismo día de su compra.
Luego, una vez cocido ya es mucho menos perecedero y puede permanecer varios días en la nevera, y hasta en el congelador dependiendo de la variedad que sea, como los mejillones y berberechos que no pierden absolutamente nada de su magnífico sabor.
Así que el marisco vivo, cocerlo recién comprado, ya veremos cómo hacerlo de una manera correcta, y conservarlo después como cualquier alimento cocinado, es decir sacándolo del agua hirviendo escurrido, metiéndolo en un tupper hermético que quede lo más lleno posible, tapándolo inmediatamente y cuando esté a temperatura ambiente guardándolo en la nevera a 2º o 3º.
Esto valdría para el bogavante, langosta, buey de mar, centollo, nécoras…
Con el marisco que se va a tomar simplemente cocido, realizar esta misma operación.
Si se va a tomar a la plancha, consumirlo como máximo al día siguiente, y guardarlo crudo durante esas 24 horas bien lavado y escurrido en un tupper bien lleno al que habremos eliminado el máximo de aire posible de su interior.
Esto valdría para gambas, langostinos, carabineros, gambones… y también para los moluscos univalvos o bivalvos.
Los cangrejos de río, si están vivos y recién capturados, los podéis guardar en la nevera un día como mucho, aunque, desde luego, es preferible matarlos el mismo día de la compra, y luego conservarlos, o congelarlos para elaborar más tarde con ellos cualquier plato o guiso.
En cuanto al marisco que se toma crudo como almejas y ostras, prefiero comprarlo el mismo día en el que lo he adquirido.
¡Me quedo mucho más tranquila y disfruto el doble!