Pan artesano, pan casero y «masa madre»
El pan, yo creo que un poco por todas partes pero especialmente en Madrid, se ha vuelto incomible al ir día a día buscando mayor rapidez en su elaboración, abaratar las barras y producir cada vez más.
Todos estos factores han desvirtuado por completo la calidad de este producto tan nuestro y tan de primera necesidad.
Podemos comprar pan por todas partes y a todas horas, ¡hasta en las gasolineras!, pero es pan industrial, congelado, que apesta a levadura al abrirlo, está como crudo, y simplemente a la vista ya nos indica que no es de calidad.
¡Muchas veces no tiene ni color suficiente por fuera!
En la mayoría de los supermercados grandes o pequeños, o incluso en muchas panaderías, nos venden pan calentito, como recién hecho, y a veces ¡hasta con buena «pinta “por fuera!
No os dejéis engañar y abrirlo simplemente para visualizar y oler su interior.
Se trata de este mismo pan congelado, aunque puede apetecer al estar todavía calentito, porque se hornea en el mismo punto de venta a medida que se va vendiendo.
Por mucho que nos lo quieran vender como pan recién hecho es únicamente pan recién horneado pero pan congelado elaborado industrialmente.
La masa está como «mojada», y solo huele a levadura de panadero porque no está ni bien fermentado ni bien horneado, y se ha elaborado añadiendo todo lo que se le puede añadir para que suba y se cueza lo más rápidamente posible y se gaste la mínima energía.
Es un pan de ínfima calidad, por no decir de nula calidad.
Por eso han empezado a proliferar «panaderías» que solo venden pan artesano, pan de verdad, que se elabora por la noche, con mucho tiempo y amor.
Es el pan de toda la vida, hecho como lo hacían sus abuelas.
Probadlo por favor, y comprobaréis la enorme diferencia que existe con el «odioso» pan congelado.
Estas «panaderías» finas también nos proporcionan derivados de la harina, es decir bizcochos, bollitos, pastelitos… elaborados siempre por ellos mismos, que no tienen nada que ver con la bollería industrial, ni siquiera con la que ofrecen algunas pastelerías que, aunque se denominan artesanas o de fabricación propia, no lo son en absoluto.
La esencia de todo el proceso de este pan artesano es la «masa madre», que es, valga la redundancia la “madre del cordero”.
Este pan consta pues tan solo de harina y agua para esta masa madre, tan sencillo y tan complejo como eso, y tiempo para que las fermentaciones sean lentas.
Esta harina con el agua fermenta sola ya que en la propia harina está todo lo necesario para que el pan fermente.
El tiempo hace que las bacterias trabajen y produzcan ácidos orgánicos, ácidos lácticos y acéticos que generan los aromas y son los que dan el sabor al pan.
¡No hace falta nada más!
Todo el sabor del pan proviene pues del tiempo de fermentación y de la clase de harina.
Trabajan con más de 15 harinas diferentes, la mayoría ecológicas, pero no hace falta que lo sean, aunque añaden sabor.
Amasan el pan a conciencia, y después lo dejan fermentar hasta 18 horas, incluso de un día para otro, es decir que lo miman.
Y no lleva ningún tipo de levadura, tan solo un poquito de sal.
Estos artesanos de verdad afirman: «La gente que quiere “correr” y ganar mucho dinero no hace buen pan porque lo hace rápido».
Una de estas primeras baguettes que salió al mercado valía 1,80 euros y las primeras hogazas de kilo se vendían a 3,90, pero la gente decía que era un robo.
«Entonces se les explicaba que si el pan que cuesta 50 céntimos y pesa 125 gramos, a las cuatro horas ya no vale, que calculen cuánto les valdría un kilo de un buen pan que dura estupendamente más de 4 días.
Tal vez entonces no les parezca caro, pero no será así si no saben que la harina que usan en el pan de los chinos, por ejemplo, vale 17 céntimos y las de calidad 81.
Cuando a la gente le das calidad entiende el precio», y esto va a ser verdad cada día más, a medida que el consumidor vaya aprendiendo que hay que comer menos cantidad pero con una calidad óptima.
Para cerciorarme de todo esto, y puesto que tengo una de estas «panaderías» al lado de casa, el otro día adquirí una hogaza de harina de espelta integral, que fue la que me recomendaron como la más integral, y también una barra de suprema espelta de unos 300 gramos de peso a 1,95€ y una de semillas y unos 200 gramos a 0,85€ .
En lugar del kilo del que tanto hablan, la hogaza solo pesaba 600 gramos y me costó la friolera de 3,95€, es decir 4€.
Estaba buena, con una pinta inmejorable, llena de «ojos» o agujeros por dentro, lo que revelaba una fermentación lenta y adecuada…, «pero el precio es el precio».
Al final uno piensa, o por lo menos yo pensé, ¿Realidad o exageración?
Por supuesto que no tenía nada que ver con el pan que últimamente compraba y que también se había ido poco a poco «prostituyendo» .
Pero como me gusta más el pan multicereal, con semillas por encima, que las hogazas, aunque sea menos integral, iré probando.
Y, por supuesto, que compraré de ahora en adelante pan artesano y bien elaborado… hasta que también se «estropee».
En los puntos de venta, cuando se pide algo de información, nos remiten a sus diferentes webs, en las que, en mi opinión, no existe hoy por hoy suficiente información.
Han descubierto la «gallina de los huevos de oro»... pero se han quedado un poco ahí.
También compré 1 kilo de harina integral que me costó 2,47€, que solo tiene 6 meses de fecha de consumo preferente, como parece ser que manda la legislación, y que me recomendaron guardara en la nevera.
Ya os contaré qué tal me va en mis «experimentos» de masas y bizcochos.
Por lo pronto, para la pasta sablée muy bien, con más colorido, y eso que la horneé vacía, en «el plato crisp», solo para probarla.
Como en los hogares domésticos se pueden hacer panes de muy buena calidad, sin gran dificultad, que solo necesitan una harina muy buena, amor y «mucho tiempo», es lo que os recomiendo, siempre que os sea factible.
Cada vez más consumidores están haciendo su propio pan que, al ser realmente natural, se conserva blando y en perfectas condiciones durante toda una semana.
Y ahora sé lo que estáis pensando todos, ¡una recetita Cristina por favor!
Siento decepcionaros, pero no tengo ninguna porque como sabéis hay que experimentar y probar… y son ya muy numerosos los experimentos que tengo que hacer constantemente.
Tenéis buenas recetas en Internet, es cuestión de «perder» algo de tiempo y buscarlas, pero como sé que algun@s de vosotros horneáis en casa, hago un llamamiento a vuestra generosidad y colgad alguna aquí, en este post.
¡Ya veréis el éxito que conseguís!
A todo@s los que se atrevan… muchas, muchas gracias.
Se sentirán, además, satisfechos de haber compartido sus experiencias.
En muy poco tiempo este tipo de «panaderías sanas y artesanas» van a ir proliferando por toda la geografía española, así como los panes elaborados con un nuevo cereal, el Tritordeum, que es la combinación o cruce entre un trigo duro(triticum durum) y una cebada silvestre (hordeum chilense) procedente de Chile y Argentina, y es el primer cereal híbrido que llega a la alimentación humana desde hace 10.000 años.
Se trata del primer cereal comestible de nueva creación que se comercializa en el mundo para el consumo humano, ‘made in Spain’, y ya está en 300 panaderías.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, lo desarrolló desde los años 70 hasta 2006, cuando se dieron cuenta de que era un cereal con un valor comercial considerable para el consumo humano puesto que tenía menos proteínas indigestibles del gluten, más fibra, aroma y sabor que el trigo normal, y un atractivo color amarillo oro.
Y es el primero creado con técnicas agrícolas naturales, así que no es un transgénico.
El Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG), que es un Centro Mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el CSIC, junto con la Universidad de Salamanca ha participado en este proyecto para desarrollar mejores levaduras para este producto innovador.
De él hablaremos con más detalle en un futuro post.
Veremos muchas novedades en los próximos años.
Lo que sí está claro es que si tan importante es la fermentación y el horneado, es una tomadura de pelo el pan que hacen en algunas casas, sin ni siquiera usar levadura fresca de panadero, sino la «liofilizada», que no es lo mismo aunque aseguren lo contrario, que amasan muy rápidamente para «comer el coco» al cliente y que, sin ni siquiera esperar a que fermente, hornean inmediatamente después.
¡Es, en definitiva, un atentado contra el buen gusto!