Hoy vamos a hablar de un plato típicamente español, callos a la madrileña, en este caso «con menos calorías», y por ello se distingue del resto de recetas que circulan por Internet.
Los callos pueden gustar mucho o nada en absoluto.
Para los que disfruten con ellos, esta es una receta facilísima y muy cómoda porque se hace enteramente en la olla, en un solo paso, sin sofritos previos que añaden calorías, enmascaran su verdadero sabor y los hacen menos digestivos ya que, en ocasiones, en este sofrito previo «se quema» el aceite.
Además los callos deben saber únicamente a callos y a los embutidos que añadimos que deben ser de primerísima calidad.
Aunque no es una receta baja en calorías, se puede tomar varias veces al año, sobre todo en invierno que es cuando apetecen estos guisos potentes.
Todos los que los han probado en mi escuela a lo largo de mis cursos se han rechupeteado los dedos ya que están riquísimos.
En preparar esta receta tardaréis tan solo 5 minutos, ya que el resto del tiempo será de cocción.
Además, se puede desgrasar al día siguiente para eliminar parte de la grasa saturada de los embutidos y de los mismos callos.
La receta es para 6 personas
■ 1 kilo de callos de ternera, a ser posible «morenos», ver consejos
■ 1 kilo de pata de ternera
■ o ½ kilo de pata y 1/2 kilo de morro de ternera
■ 2 hojas de laurel
■ 1 cebolla gorda
■ 2 o 3 dientes de ajo
■ 150 g de chorizo de calidad extra
■ 150 g de punta de jamón serrano muy magro
■ 1 morcilla de cebolla
■ 1 o 2 guindillas
■ 1 cucharada de pimentón dulce de la Vera
■ o ¼ de dulce y un ¼ de picante
■ sal y pimienta blanca recién molida
■ 2 cucharadas de perejil picado
■ agua para cubrirlos escasamente
Pasos que no se deben hacer
♦ No hay que lavarlos exhaustivamente, como se hacía antaño porque, en Madrid por lo menos, vienen demasiado limpios, con métodos industriales drásticos tan potentes que no solo los limpian sino que se quedan deslavazados después de cocinarlos porque se les ha eliminado su propia gelatina que se debe al colágeno.
♦ No añadir ni gota de aceite, porque el sofrito sobra, y al guiso en general tampoco le hace falta.
Están mucho más ricos con todos los ingredientes al natural, para no alterar su sabor real.
♦ No añadir huesos, ni de jamón ni de carne, porque también sueltan grasa y no aportan nada en absoluto.
♦ Y mucho menos tocino.
♦ Es más, la punta de jamón que se va a picar, debe ser lo más magra posible.
♦ Aunque algunos les añaden muchas “cosas raras”, incluso algunos chefs, los callos tradicionales nunca han llevado cominos, ni pimiento, ni tomate, ni zanahoria, ni pimiento choricero, ni clavo, ni azafrán, ni nuez moscada, ni cilantro, ni vino blanco. Todo esto enmascararía el sabor típico y tradicional de los callos a la madrileña.
♦ No hay que cocerlos durante 4 horas, porque hoy sería volver a la Edad Media.
Nadie dispone hoy de ese tiempo tan largo, que no nos proporciona ningún valor añadido.
Se debe usar siempre una olla exprés, aunque sea, por lo menos, de las antiguas.
Preparar todo lo que vamos a necesitar para elaborar la receta, es el primer paso para tardar menos y ser más productivos.
1. Todos los ingredientes de la receta.
2. La tabla de cocina.
3. 1 cuchillo grande afilado, el de cortar carne, para cortar los callos más pequeños si hiciera falta, picar la cebolla, el ajo y el perejil y hacer taquitos pequeños con la punta de jamón.
4. El cuchillo pequeño para pelar la cebolla y los ajos.
5. La olla superrápida, o por lo menos una olla exprés de toda la vida.
Preparación de la receta
1. Cortar sobre la tabla de cocina los callos, el morro y la pata si los trozos que tenemos son demasiado grandes. La pata, como está durísima, a pesar de estar cortada dejarla tal cual, ya la cortaremos después de la cocción en trozos más pequeños, cuando esté blandita, y en ese momento también retiraremos los huesos que la acompañan. Estos van a soltar colágeno que nos ayudará, aunque sea poco, a gelatinizar los callos.
2. Volcar todo este conjunto en la pila de la cocina bien limpia y lavarlos con agua fría nada más. El que quiera puede añadir un chorro de vinagre, pero hoy realmente no hace falta ya que, desgraciadamente, vienen demasiado limpios, como veremos más adelante.
3. Frotar la tabla con papel absorbente de cocina, para que se pueda cortar a continuación encima, sin fregarla, el resto de los ingredientes.
4. Echar todos estos despojos, ya lavados, en la olla superrápida con 1 de las hojas de laurel, salpimentarlos ligeramente, cubrirlos solamente de agua y, sin presión, darles simplemente un hervor para “blanquearlos”.
5. Volver a echarlos en la pila bien limpia y enjuagarlos de nuevo solo con agua. De esta manera les eliminamos también una parte de grasa.
6. Ahora, sin hacer nada con la olla, aunque está algo grasienta por el blanqueo de los callos, volcarlos de nuevo en la misma, añadir los ingredientes que estén ya preparados, cubrirlos solamente de agua y remover con una cuchara de madera para que todo se mezcle por igual.
7. Mientras tanto pelar la cebolla y los ajos y picarlos finitos sobre la tabla «casi limpia». Echarlos en la olla.
8. Picar también el perejil, si no se tiene ya picado y congelado, algo muy práctico y recomendable, y añadir la mitad reservando la otra mitad para agregarla al final cuando sirvamos los callos.
9. Cortar el jamón en dados pequeños y añadirlos también sobre los callos blanqueados.
10. Quitarle la piel al chorizo, cortarlo en rodajas gordas y agregarlas también. También se puede dejar porque después de cocida ya ni se nota, y es un paso menos.
11. Dejar la morcilla entera para que no se deshaga durante la larga cocción y echarla ahora, al final del todo, justo antes de cerrar la olla. Pincharla un par de veces, aunque a pesar de tomar esta precaución, dependiendo de su variedad se puede reventar.
12. Cubrir solamente de agua, cerrar la olla con su tapa de presión y cocer durante 30 minutos con las dos rayitas de la válvula siempre visibles.
13. Cuando se pueda abrir, si la salsa está demasiado clarucha, que lo estará porque estas vísceras ya no gelatinizan como antes, cocer ahora la olla destapada para que se evapore una parte del exceso de líquido.
Los callos tienen en su composición un 83% de agua, y la cebolla un 92% que van a soltar durante su elaboración, y que se añadirá al agua que nosotros hemos puesto. Por ello hay que picarla muy finita y dejar evaporar al final para que nos espese, lo más posible, la salsa de manera natural.
Por esta razón hay añadir muy poca agua, justo para apenas cubrirlos.
14. Si queréis ahora retirar “parte de la grasa” que flota en la superficie, que proviene sobre todo del chorizo y la morcilla, aunque no es ni mucho menos el mejor método, empapar varios trozos de papel absorbente de cocina. Pasándolos simplemente por su superficie, el papel absorbe la grasa y queda completamente encharcado.
15. Es ahora cuando, el que los quiera espesar “artificialmente”, puede añadirles harina o Maicena exprés.
Yo me niego totalmente a hacerlo porque «callos espesados con harina no son verdaderos callos», y antes no hacía falta.
Nunca espeso ni he espesado ninguno de mis guisos con harina ni con maicena.
Los que sean celíacos deberán preguntar, si los toman en la calle, si los han espesado con harina, que será lo más probable.
16. Una vez cocidos los callos, retirar los huesos de la pata, si es que los tenía, y si los trozos son muy grandes, cortarlos ahora más pequeños con la ayuda de un cuchillo. Al estar ahora muy blandita se manipula estupendamente.
17. Espolvorear por encima la segunda cucharada de perejil picado y servirlos rápidamente para que estén bien calientes.
Consejos de cocina y nutrición
■ Es preferible cocinar de una sola vez varias raciones de callos, el doble o el triple de la receta, ya que se conservan estupendamente varios días en la nevera y meses en el congelador.
Incluso están más ricos de un día para otro y, al día siguiente, se pueden desgrasar mucho mejor, como se debe hacer.
■ Con los callos ahora pasa como con los calamares, la limpieza industrial es tan corrosiva, que no solo los limpia sino que les elimina la gelatina que proporcionaban al tener una considerable cantidad de colágeno.
Esto se notaba en que en cuanto se enfriaban un poco, en su superficie formaban una especie de «telilla» que ahora ya no forman.
Ahora, sí se quiere que espesen, habrá que añadirles harina, lo que hacen en todos los restaurantes y bares y a lo que me niego.
La textura gelatinosa de los callos queda sustituida por la textura más espesa, conseguida con la harina que son totalmente diferentes.
Así que simplemente por este hecho ya casi no los cocino, no me gusta como quedan, tan claruchos.
■ Aunque tengáis la suerte de encontrar una casquería de las de antes, en un mercado municipal por ejemplo, os pasará lo mismo, a no ser que fuera de Madrid no les impongan este sistema de limpieza tan drástico.
■ Escoger, porque ya los hay en muchas zonas de España y en Madrid, callos morenos, que se diferencian por su color, ligeramente tostado. Aunque también están demasiado lavados, gelatinizan mejor que los completamente blancos.
■ El chorizo de calidad extra tiene más proteína y menos grasa que uno de calidad inferior.
■ Aunque puede haber otros pimentones de calidad, el sabor que proporcionan los de La Vera, tanto dulces como picantes, es único e inigualable al estar ahumados.
■ La receta, como habréis observado, no lleva nada de aceite porque los callos ya tienen su propia grasa y los embutidos también sueltan la suya.
■ Lo más corriente es añadir a esta guiso garbanzos, pero por cada 100 g de los mismos habrá que añadir sus 329 calorías correspondientes.
El que los quiera añadir, deberá hacerlo al principio, con todos los ingredientes.
No olvidaros de remojarlos durante toda la noche, simplemente cubiertos de agua que agregaréis al guiso de callos en lugar de añadir agua del grifo.
■ Como la olla tiene que estar trabajando durante 30 minutos, si le habéis cogido el “punto” a vuestra placa y a vuestra olla, si habéis colocado el fuego en la posición correcta para que se mantengan las dos rayitas de la válvula fuera, sin moverse, si habéis puesto el tiempo indicado en un cronómetro digital, podéis aprovechar todo este tiempo para ir preparando otro plato, dependiendo de vuestra organización, o hacer alguna otra cosa fuera de la cocina.
En la cocina no tiene que haber nunca «tiempos muertos», hay que aprovecharlos siempre de una manera u otra.
■ La morcilla típica de los callos, como la del cocido, suele ser la de cebolla, nunca la de arroz.
Procurar adquirir una que solo tenga lo que tiene que llevar, carne de cerdo, sangre, sal y especias, nada más.
No tienen que llevar dextrosa, que es un azúcar, ni otros hidratos de carbono como espesantes.
■ Este es un típico plato que, dependiendo del método de cocinado, puede variar considerablemente sus calorías y duplicarlas o, incluso triplicarlas.
Los callos en sí no tienen demasiadas calorías, 81 cada 100 gramos crudos, ni tampoco demasiada grasa como muchos pueden pensar, 2,5 gramos también por cada 100 gramos, pero, como todas las vísceras, tienen algo de colesterol, 95 miligramos por cada 100 gramos.
Sin embargo son ricos en hierro y en vitamina B5.
Por ello el método de cocinado, que hasta ahora se ha ignorado totalmente, tiene una grandísima importancia, no solo en el contenido calórico final sino en su valor gastronómico y sobre todo nutricional.