¿Y si las grasas no fueran las únicas responsables del colesterol elevado?

El colesterol tiene que existir dentro de nuestro organismo ya que tiene muchas funciones, entre otras sintetizar varias hormonas, pero debe existir en la cantidad adecuada.

Hay familias, unas 100.000 en nuestro país, que tienen lo que se llama «colesterol genético» y deben medicarse desde jóvenes e incluso desde niños.

Algo que muchos desconocen es que el hígado fabrica el 80% del colesterol que hay en nuestro organismo, mientras que el colesterol de la dieta solo influye en un 25%, así que el resto, si se tienen cifras elevadas, es porque nuestro organismo simplemente lo produce independientemente de la dieta.

Muchos dejan de tomar huevos, cuando éstos no son ni mucho menos los responsables de este colesterol.

Este 20%-25% es el escaso margen disponible que tenemos para controlar lo que comemos, tanto en la cantidad total de colesterol, como en la proporción de colesterol «bueno» y la de colesterol «malo».

A pesar de que el 25% de la población toma costosos medicamentos a base de estatinas, y a pesar del hecho de que hemos reducido la cantidad de grasa presente en nuestra dieta, cada vez mueren más personas por enfermedades que afectan al corazón.

Las estadísticas de la American Heart Association indican que 75 millones de estadounidenses sufren enfermedades cardíacas, que 20 millones padecen diabetes y 57 millones pre-diabetes.

Estos trastornos afectan cada vez a personas más jóvenes y en mayor número cada año.

En muchos casos, cuando las cifras de colesterol empiezan a subir, como a principios de una menopausia precoz o inducida, simplemente comiendo de una manera saludable y realizando una cierta actividad física, esta colesterolemia se reduce o desaparece sin necesidad de fármacos.

Pero el 68% de los españoles no cambia sus hábitos para prevenir la aparición del colesterol ni bajar sus cifras, y prefieren tomarse la “pastillita” recetada por el médico como si ésta fuera milagrosa y seguir siendo sedentarios, tomando embutidos baratos que aunque estén buenísimos al paladar, simplemente por ser baratos llevan bastante más grasa, además saturada, la peligrosa, y menos proteína que uno de calidad superior, más dulces y golosinas… y más alcohol.

¡Y se encuentran instalados «en su zona de confort», disfrutando de un sedentarismo total y absoluto que no quieren ni oír hablar del ejercicio!

Si supieran la cantidad de efectos secundarios que tienen estas pildoritas, como una gran mayoría de fármacos, quizás tomarían medidas efectivas para poder evitarlas.

Aunque hay muchas opiniones en contra, el Dr. Dwight Lundell, cirujano cardiovascular mundialmente reconocido y jefe del Servicio de Cirugía Coronaria en el Banner Heart Hospital, in Mesa AZ, ha hablado de las verdaderas causas de las enfermedades cardíacas y ha asegurado que la única solución para luchar contra ellas está en una alimentación sana, muy lejos de los alimentos procesados que cada vez abundan más en nuestros supermercados, algo que a muchos como es evidente no ha gustado ni un pelo.

Explica en pocas palabras que si no hay inflamación corporal en nuestras arterias no es posible que el colesterol se acumule en las paredes de los vasos sanguíneos y se causen de este modo enfermedades cardíacas y apoplejías.

Sin inflamación, el colesterol se mueve libremente por todo el cuerpo, es esta inflamación la que hace que el colesterol quede atrapado.

La inflamación no es un proceso complejo, se trata simplemente de una reacción natural del cuerpo para protegerse ante invasores extraños, tales como bacterias, toxinas o virus.

Sin embargo, si se expone de forma habitual a nuestro organismo a toxinas o a alimentos que el cuerpo humano no está preparado para procesar, se produce entonces una inflamación crónica.

La inflamación crónica es tan dañina como beneficiosa es una inflamación aguda contra la que se toman medidas de inmediato.

Esta agresión repetida produce una inflamación crónica que conduce a la enfermedad cardíaca, a los accidentes cerebro vasculares, a la diabetes y la obesidad.

Según el Dr. Dwight, ¿Qué persona sensata se expondría de forma intencionada y en repetidas ocasiones a alimentos u otras sustancias que sabe le causan daño corporal?

Bueno, quizás los fumadores, pero al menos se trataría de una decisión voluntaria.

El resto se limita a seguir la dieta recomendada, baja en grasas pero alta en grasas poliinsaturadas y carbohidratos, sin saber que está causando repetidas agresiones a sus vasos sanguíneos.

¿Cuáles son los mayores culpables de esta inflamación crónica?

En pocas palabras, la sobrecarga de hidratos de carbono simples como el azúcar, la harina refinada y todos sus productos derivados, un exceso de consumo de aceites vegetales con Omega-6, tales como los aceites de soja, de maíz y de girasol…, que se encuentran presentes en muchos alimentos procesados.

Y estos propios alimentos muy procesados.

A pesar de que resulta tentador saborear los dulces, nuestros cuerpos responden de forma alarmante ante ellos, como si un invasor extraño nos declarase la guerra.

En la actualidad los alimentos que la industria alimentaria nos ofrece por doquier, en muchas ocasiones están cargados de azúcar, que ya vimos que crea adicción, son hidratos de carbono de absorción rápida, o son procesados y con una cantidad considerable de ácidos grasos Omega-6, es decir la clásica dieta norteamericana durante varias décadas.

Estos alimentos nos envenenan lentamente a todos.

La industria alimentaria que se ha visto directamente afectada en sus intereses económicos se ha rebelado inmediatamente y ha empuñado el hacha de guerra, primero desprestigiándole, y luego negándolo todo.

¿Cómo un simple dulce puede producir una cascada de inflamaciones que hace que nuestro cuerpo enferme?

El Dr. Dwight contesta: «Imagínense que rocían el teclado de un ordenador con miel, que es una representación visual de lo que ocurre dentro de nuestras células.

Cuando consumimos hidratos de carbono simples, tales como el azúcar, los niveles de azúcar en la sangre se elevan rápidamente.

Como respuesta, el páncreas segrega insulina, cuya misión principal es que el azúcar llegue a todas las células donde se almacena la energía.

Pero si la célula está ya llena, si no necesita más glucosa, se rechaza este exceso para evitar una disfunción de los procesos que se llevan a cabo en su interior.

Cuando las células rechazan este exceso de glucosa, se elevan los niveles de azúcar en sangre, aumentando la producción de insulina, y se almacena en forma de grasa”.

¡Hasta aquí creo que no hay nada que objetar!

¿Qué tiene que ver todo esto con la inflamación?

El lo explica así.

«La cantidad de azúcar en sangre se controla entre unos valores máximos y mínimos muy estrechos.

Las moléculas de azúcar se unen a una amplia variedad de proteínas, que lesionan las paredes de los vasos sanguíneos.

Esta lesión repetida de las paredes de los vasos sanguíneos desencadena la inflamación.

Cuando sube el nivel de azúcar en sangre varias veces al día, todos los días, es como frotar con papel de lija el delicado interior de los vasos sanguíneos.

Si bien usted no puede observarlo, puede estar seguro de que ocurre así.

Lo he visto en más de 5.000 pacientes sometidos a cirugía durante los 25 años que he estado ejerciendo, todos ellos tenían un denominador común: la inflamación de las arterias.

Volvamos al asunto de los dulces.

Bajo su inocente aspecto, no sólo contienen azúcar, sino que también estás elaborados con ácidos grasos Omega-6, tales como los provenientes de la soja o los del girasol.

No solo las patatas fritas se fríen con aceite de soja o de girasol, sino muchos alimentos procesados se fabrican con estos ácidos grasos Omega-6, para que así tengan más larga duración.

Mientras que los ácidos grasos Omega-6 son esenciales al formar parte de la membrana celular, y así controlar lo que entra y sale de la célula, deben estar en un equilibrio adecuado con los Omega-3.

Si este equilibrio se rompe por el consumo excesivo de ácidos grasos Omega-6, la membrana de la célula produce unas sustancias químicas denominadas citoquinas, que causan directamente inflamación.

Hoy en día, la dieta suele producir un desequilibrio muy grande entre estos dos tipos de ácidos grasos.

La relación de desequilibrio puede estar en torno de 15:1, o incluso de 30:1 en favor de los ácidos grasos Omega-6.

Esto produce una enorme cantidad de citoquinas que causan la inflamación.

Lo ideal sería una proporción de 3:1 para que fuese saludable”.

Para empeorar aún más las cosas, el sobrepeso provocado por comer demasiadas grasas, demasiados productos procesados y demasiados dulces produce una sobrecarga de células grasas que vierten grandes cantidades de productos químicos pro-inflamatorios que se suman a las lesiones causadas por tener altos niveles de azúcar en sangre.

El proceso que comenzó con un simple dulce se convierte con el tiempo en un círculo vicioso que degenera en enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes, y finalmente en Alzheimer, si el proceso inflamatorio no disminuye sino que continua sin cesar.

Cuantos más alimentos preparados y procesados consumamos, más nos toparemos, poco a poco cada día, con procesos inflamatorios.

El cuerpo humano no puede procesar, ni ha sido diseñado para consumir tantos alimentos cargados con azúcares o preparados con ácidos grasos Omega-6.

No hay otra solución para disminuir o evitar la inflamación que volver a los alimentos en su estado natural.

¡Y la industria alimentaria se vuelve a sentir atacada!

Para suministrarnos energía hay que elegir hidratos de carbono complejos, es decir de absorción lenta, como los presentes en frutas, verduras y granos integrales, y en esto creo que también todos estaremos de acuerdo.

Solo hay pues una solución para evitar la inflamación:

♦  elegir alimentos completos como los que solían servir las abuelas, entre otras cosas porque solo había alimentos naturales,

♦  o evitar los que compran ya muchas madres en supermercados con estanterías repletas de alimentos procesados e industriales, por muy cómodos que sean para consumir en el momento.

La mayoría de ellos está elaborada con estos aceites ricos en ácidos grasos Omega-6 muy útiles para la industria.

Si elimináramos los alimentos que provocan inflamación y añadiéramos nutrientes esenciales procedentes de alimentos frescos no procesados ni industriales, es decir no elaborados, revertiríamos el daño ocasionado a nuestras arterias y a nuestro organismo por consumir, a lo largo de los años, la típica dieta americana.

Tenga o no tenga razón el Dr. Dwight, lo que está claro es que la suma de carnes y alimentos procesados más un aumento importante de hidratos de carbono de absorción rápida, como es toda la bollería industrial, las chucherías, las golosinas, los refrescos… unido al sedentarismo reinante ha hecho que más de la mitad de los seres humanos padezca obesidad en mayor o menor grado y todas las enfermedades que ésta conlleva.

Nunca ha habido tantos «gordos» o «supergordos» con cuerpos realmente deformes.

Aunque la ultima palabra sobre la obesidad, sus causas, su tratamiento y sus resultados nefastos…, no está todavía dicha, lo que está claro es que «algo» está fallando, y lo más grave es que muchos se están acostumbrando a ver cada día más personas con kilos de más que son, como lo dijo en su día el prestigioso psiquiatra español Luis Rojas Marcos, el resultado de la sociedad del consumismo y de la opulencia en la que vivimos.