El centro regulador del apetito se encuentra en una zona del cerebro llamada hipotálamo y es como 1 ordenador que controla el metabolismo de nuestros órganos, el ambiente que nos rodea y nuestro estado emocional.
Con todos estos datos que analiza regula nuestro apetito, guía nuestros gustos alimenticios si nuestra alimentación es equilibrada y variada y nos “avisa” con la sensación de hambre de cuándo necesitamos realmente comer.
Si un día nos pasamos, al día siguiente nos pedirá menos comida, si comemos demasiado poco notaremos debilidad y falta de energía, y si comemos en exceso nos sentiremos llenos y pesados.
Pero este centro regulador se puede “averiar” y descontrolarse o «»desorganizarse» en 6 circunstancias:
1. Cuando las calorías han sido “bebidas” y no “comidas» como es el caso de los refrescos que llevan azúcar, incluso de los zumos naturales que no tienen sacarosa pero sí fructosa cuyos efectos son parecidos. Cualquiera de estos dos azúcares se absorben muy rápidamente y provocan una secreción inmediata de insulina y ésta hace que se coma más, se ingieran más calorías y que lo que se come de más se acumule en forma de grasa, de ahí que nos interese consumir frutas masticadas o comidas.
Científicamente se ha demostrado que cada vaso que toman los niños diariamente de estos refrescos dulces aumenta cerca de un 50% el riesgo de ser obesos años más tarde.
2. Cuando la alimentación es demasiado calórica y se toman alimentos muy grasos como las carnes rojas, los embutidos, los aperitivos salados y dulces, la bollería y pastelería industrial, los platos preparados que también tienen mucha grasa…
Por eso nos interesa tomar estos alimentos tan calóricos acompañados de otros de baja densidad calórica y que tengan mucha fibra que retrasa esta absorción, como las hortalizas y verduras también mascadas, mejor que en puré, o las mismas frutas.
Las verduras ralentizan la asimilación total del plato o de todo lo que se come.
3. Cuando se toman muchos hidratos de carbono de absorción rápida, no solo los productos azucarados sino también los muy refinados o muy “trabajados” por la industria alimentaria como la harina de trigo y el pan blanco, la bollería industrial, el arroz y la pasta precocidos y todos los alimentos muy crujientes como muchos snaks y cereales del desayuno ya que en ellos sus moléculas de almidón se han “desestructurado” y se absorben muy rápidamente.
4. Cuando se es muy sedentario que es lo que sucede en la actualidad en una gran mayoría de la sociedad.
5. Cuando se come demasiado deprisa.
6. Cuando se picotea a todas horas y no precisamente lo que se debe, sin hacer comidas importantes aunque solo sean 3, muchas veces por estrés o ansiedad. En este caso quizás haga falta la colaboración de un psicólogo.